En el momento de la muerte del emperador José II en 1790, Beethoven era miembro del comisionado musical de la corte en Bonn. Para conmemorar la ocasión, Beethoven recibió el encargo de escribir dos cantatas, una para llorar la muerte de Joseph y la otra para celebrar el ascenso al trono del emperador Leopoldo II. Aunque Beethoven tenía solo 19 años en ese momento, ambas obras muestran las marcas embrionarias de su grandeza: intensa expresión y control de la estructura en una, y un garbo casi operístico en la otra. Ninguna de las piezas se realizó durante la vida de Beethoven.